LA GRAN FAMILIA

LA GRAN FAMILIA

viernes, 30 de agosto de 2013

PARADOR DE RONDA ¡GRAN HOTEL!

(Reedición)


 “Puedes presumir ¡Ronda!
quintaesencia de  lo hispano,
Pareces caída del cielo.
Hay que quitarse el sombrero,
hay que besarte la mano”
(A.C.M. Hotelera… criadora de hoteleros…)


 “…Es tu casa, si tu la conviertes, es tu casa, entonces el cariño que tú recibes lo das…”. “Sobre todo cuando he tenido momentos trágicos en mi vida me he refugiado en los Paradores… veo una familia en el director en los camareros…”
(Agustín Guzmán, cliente de “Paradores”)

No soy aficionado a las series de televisión, he seguido pocas durante mi vida y de una manera muy desleal, en la actualidad casi ninguna. No me gusta correr el riesgo de dejarme enganchar, humano y débil como soy, por la mediocridad; para engancharme como dios manda ya tengo Paradores.
Sin embargo, los Reyes Magos representados por Jesús, mi cónyuge, la noche del 5 de enero pasado en la habitación número 320 del Parador de Tortosa, en compañía de mis amigos Ana y José Luis, entre otras cosas me dejaron la primera temporada en DVD de la serie española de tv “Gran Hotel”.
Como yo en ese momento no conocía ni que hubiese existido la serie -no soy hombre que aplique la hipocresía al disimulo, y me consideraba en familia- al parecer se me abrieron ojos como  platos, y pregunté “¿Pero es que he sido malo? ¿Qué es esto?”,  y me puse a mirar una de mis fragancias favoritas, que también habían dejado. 
Los Reyes Magos llegaron a Tortosa...
Mientras Ana y José Luis reían, mi pobre Jesús se esforzaba en decirme que los Reyes Magos sabían que a mí me encantaban los Paradores y su gran familia; los profesionales que habían sabido dirigir y atender grandes hoteles; Cantabria; el Palacio de la Magdalena de Santander; donde se rodaba la serie, y sobre todo mi gran actriz viva ¡una de mis últimas grandes! ¡la Velasco! y que por ello, quizá… Entonces ya lo entendí, lo agradecí, y pensé para mis adentros: ¡Veremos!
La verdad es que pasaron meses hasta que Jesús y yo nos sentamos en casa a ver el regalo de Reyes, pero lo hicimos rápido, casi de un tirón, y ya, cuando terminó, le encargué que les dijera a los Magos que no me trajeran, por favor, la segunda temporada. Y no porque no me pareciese que estaba bien rodada, dirigida, coreografiada, etc., sino porque no me compensaba dedicarle todo ese tiempo, esa oscuridad, para saber cosas que por mi edad y rodaje ya conozco y que, generalmente, en la realidad aún son peores y llegan más lejos, crímenes aparte.
¡Cómo no voy a saber ya que el mundo de la hostelería estará plagado de “doñas teresas” como en la serie, malvadas, retorcidas, intrincadas y torticeras con el personal y con todo bicho viviente ¡Dios nos libre de ellas! O gobernado por “doñas ángelas” conspiradoras, celestinas, casamenteras, amiguistas, que son capaces de cualquier cosa con la plantilla y con los huéspedes para conseguir sus fines!; o de hijas enchufadas, casi bobas, que no saben hacer casi de nada, pero que en la vida real no suelen enamorarse precisamente del camarero bueno; o de trepas desalmados que por llegar a cualquier puesto bien remunerado y poderoso  son capaces de ventilarse a cualquier desahogada o desahogado lametraseros de la plantilla, casarse con la hija o el hijo de quien más mande, etc.
Para eso, con toda sinceridad, prefiero pasear de verdad el Palacio de la Magdalena, con su luz natural, y no convertido por arte de la tramoya en un supuesto gran hotel.
A mí un gran hotel de verdad me parecía, por ejemplo, el “Hotel Atlántico” Parador de Cádiz (el de ahora no es que no me lo parezca, es que aún no lo conozco). Por ello, y por la emoción y la lealtad que me produce toda aquella historia buena, el día que, allá por Semana Santa, llegó a mis manos otro DVD que me gustó mucho más, que reflejaba el acto de entrega de la placa del número de “sus habitaciones eternas” a clientes como D. Antonio Porras y su esposa, que llevaban “viviendo” en él desde 1941, decidí escribir un artículo para este blog mío, que titulé “¡Por amor a Paradores!” en el que no conseguí reflejar sino pálidamente el que le profesaban aquellos clientes, y el que, con toda humildad, siento yo por esta Red pública hotelera española ¡Una serie muy antigua y muy real que comenzó en 1928, y que es una serie única en su género, un clásico, una obra de arte!
Soy bastante perceptivo de natura, me lo han dicho muchas veces quienes me conocen, ¡una fatalidad sinceramente serlo para los tiempos que corren!, y cuando vi entregar la placa a D. Antonio, y la forma en que le abrazaba, le trataba, un hombre alto y elegante, que no conocía, quise saber quién era, y no tardaron mucho en decirme que era Gonzalo Fernández Corrales, que dirigía en ese momento, tan triste, el gran hotel que iba a ser derruido a partir de esa noche. No sé cómo explicarlo, pero percibí nobleza, bondad, amor, respeto en aquella forma de abrazar y entregar lo que, en definitiva, iba a ser un cadáver con la luz del alba, y decidí averiguar un poco más sobre su trayectoria profesional.
Con el tiempo, las redes sociales ya es sabido, tanto para lo mejor como para lo contrario, son implacables, me lo situaron en Ronda, en la dirección de un Parador que todavía no conocía yo, porque ante la imposibilidad de poder hacerlo con todos de golpe, en esta “segunda etapa” hemos ido eligiendo siempre que hemos podido los que se encuentran en edificios históricos, o de mayor antigüedad, aunque otros estuviesen, como en este caso, en una de las ciudades más hermosas del mundo, que espero la haga pronto Patrimonio suyo.
Encontré todo un historial de formación hostelera envidiable, bueno me ha salido una fea palabra, de esas que no me gustan, de las que usaban en la serie que contaba antes, para justificar persecuciones y hasta muertes, encontré todo un historial de formación hostelera admirable, esta otra me gusta más y no suele traer tan malas repercusiones.
Equipo del Parador de Ronda, y Presidenta
Pero sobre todo, me llamó la atención está semblanza que, de alguna forma, si no hubiese conocido después a Gonzalo, podría parecerme hasta “de diseño” de este tipo de actuaciones mediáticas tan en boga, pero que, después de contar con su amistad franca, ya sabe uno que es un “curriculum vitae de amoris causa” verdadero y coherente. Decía:
Soy un hotelero de vocación nata; hoy en día, tras veinte años de experiencia (es un documento antiguo) me hallo en lo mejor de mi Carrera. Nací en Córdoba, en el hotel “El Gran Capitán” (Gonzalo Fernández de Córdoba) de ahí que me llame Gonzalo. Desde mi niñez la industria hotelera ha sido el foco de atención en mi desarrollo personal y profesional. Durante más de 30 años mi padre (condecorado por SM el Rey con la medalla al Mérito Turístico) ha sido Director de Hotel, en diferentes países. Todo aspecto de mi espíritu profesional viene del entorno familiar, como consecuencia de la experiencia acumulada en la Profesión, en cuatro Continentes, incluyendo fluidez en varias lenguas, disciplina, auto motivación, dotes comerciales, orientación por objetivos, conducta moral y compromiso con la satisfacción general….”.
El día en que le conocí pude saber que su madre no solo había traído al mundo a un excelente hostelero, sino que en su familia casi no se podía ser otra cosa que buenos hosteleros, y que, probablemente porque “Todo aspecto de mi espíritu profesional viene del entorno familiar”, el había sabido construir por donde había pasado entornos profesionales y familiares, como en el Parador de Ronda.
En este blog, joven todavía, en el que tantas veces he escrito sobre trabajadores y trabajadoras de distintas categorías profesionales de la gran familia de Paradores, nunca lo he hecho sobre un director o directora, alguna dedicatoria todo los más. Fundamentalmente, supongo, porque están mucho mejor retribuidos que la mayoría de la plantilla (exceptuando la cúpula directiva claro) y hay tanto problema, tanto ERE, tanta intento de privatización, de colaboración público-privada, tanta injusticia que reivindicar; tanto sueldo en Paradores que no alcanza a los 1000 euros, y tan poco tiempo libre, que no he encontrado un momento oportuno para ello. Pero no, ni mucho menos, porque deje de considerar que, al igual que el resto de trabajadores que lo merecen, lo merezcan también ellos, que los haya mejores, peores, mejor formados, poco formados, más gratos, menos acogedores, con más merecimientos o con menos... o sea, igual que los demás.
Por ello hoy, en la persona de Gonzalo Fernández Corrales, hago un homenaje humilde desde aquí a todas y todos los directores de Paradores que puedan merecerlo.
Problemas familiares me llevaron dos veces a anular mi reserva en el Parador de Ronda, y otro tipo de problemas hicieron que el pasado día 14 de este mes de agosto, cuando por fin llegamos al Parador, no estuviese Gonzalo. Pero yo suelo ser muy constante para casi todo, y más si tiene que ver con Paradores, con mis pasiones, mis inquietudes, y con las buena gente. Y así pude compartir una noche inolvidable de tapas, helados, y muchas horas de conversación con él, con Virginia, su entrañable compañera en la vida, y con Jesús.
El teatro, la música, la hostelería, los principios, el esfuerzo, la familia, la coherencia, la bonhomía… son temas de los que me gusta mucho hablar y escuchar, y si es de Paradores, ¡no digamos! Fue una noche inolvidable, plena de Historia y de historias.
Parador de Ronda tras la Reja  de su Puente
Me encajó perfectamente la forma de entregar por última vez “su habitación” del "Hotel Atántico" a Don Antonio Porras con el buen profesional, y gran persona, que abracé en la despedida tras nuestra cena.
Por ello, cuando horas más tarde me inscribía en el Parador de Ronda, también me encajó lo que percibía. No sé si os pasa a vosotros, pero a mí, cuando llego a un Parador, me sucede como cuando se sube el telón de uno de mis queridos teatros, que nada más salir los actores, las actrices a escena, ya sé si hay buen rollo o no, como se dice ahora, buen ambiente, si hay equipo, y en el Parador de Ronda encontré, como no podía ser de otra forma, un espléndido equipo unido, relajado, y entregados a su labor -naturalmente en todos los órdenes y ámbitos de la vida, existirá algún pájaro de mal agüero-.
Como se daba, además, la circunstancia de que dentro de que los siento como mi familia, ahí, en Ronda, existen personas unidas familiarmente con otras que aprecio profundamente, y otras a las que admiraba a través de sus platos (de esto hablaremos otro día), y que ahora ya lo hago por más cosas, nuestra estancia en el Parador de Ronda fue la consecuencia lógica de un gran hotel de los de verdad, hotel dirigido por una excelente persona, acompañada de un gran equipo.
La verdad ante todo, en el Parador de Ronda me gustó muchísimo más el contenido -¡no digamos ya la habitación!- que el continente, el edificio. Ya he escrito otras veces que suelo ir en pos de los castillos, los conventos, los palacios, los monasterios…, y la modernidad se me hace a veces más complicada, y que, aunque he sido aficionado a la Fiesta de los toros desde niño a través de mis mayores hasta que "politiqueos" variados me han alejado de ella, no terminan de encajarme los colores rojo y grana, capotes, banderillas o alamares en un Parador; para eso ya está la mítica Plaza de Toros contigua; ya es sabido que lo que me enamoró a los seis años, más o menos, del “Raimundo de Borgoña” en Ávila fue una armadura.
Ahora bien, si se trata de la Terraza-Restaurante, luchando entre a qué atender más, si al atardecer tras el templete, o a las joyas gastronómicas que los Moya Bolancel, Serrano , que te tenido el pacer de conocer, y el resto de equipo de cocina que no he conocido, ponen en los platos, o de disfrutar de las terrazas de los dos pisos de la habitación (por cierto, ¿a las camareras y personal de pisos que tienen que lidiar, nunca mejor dicho, con estas habitaciones dúplex les pagarán más?), el Parador de Ronda es un paraíso.
Terraza-Restaurante del Parador de Ronda con su  magnífico Equipo de Cocina
Y eso mismo debe pensar Japón casi entero y otros huéspedes, que, en esta época, pasan por él a todas horas. No en vano alabó su gestión recientemente en el Congreso la Secretaria de Estado de Turismo.
Por ello, además de disfrutarlo este verano, decidimos, siguiendo unsabio consejo, que volveremos en noviembre para que Ronda nos resulte más romántica con minúscula, que Romántica con mayúsculas ya la han hecho muy bien las autoridades rondeñas y el director del Parador, entre otros. Así que esta serie no ha terminado todavía.
Sin duda, la señora que escribió a Ronda los versos que pongo al principio, D. Antonio Porras, D. Agustín Guzmán, y desde luego, y humildemente, yo mismo, podemos estar muy orgullosos de que PARADORES tenga directores como D. Gonzalo Fernández Corrales, nacido en un hotel, como le sucedió al gran Tony Leblanc en el Museo del Prado, o la insigne Victoria de los Ángeles en la Universidad de Barcelona donde vivían sus padres. ¡Este es un lujo al alcance de pocas cadenas hoteleras!
Y por ello, si me permitís, este artículo deseo dedicárselo con cariño al Director del Parador de Ronda, Gonzalo Fernández Corrales, y a su magnífico y familiar, equipo. También a Virginia que forma equipo con él en la vida. 







domingo, 25 de agosto de 2013

MANZANARES, ALBERGUE, HOSPITAL, PARADOR… Y SIEMPRE TEMPLO VIVO DE LA HOSPITALIDAD Y LA RESTAURACIÓN

(Reedición)


Albergue Nacional de Carretera, de Manzanares (1932)
“… A finales de 1928 el Conté Directivo y la Ejecutiva del Patronato Nacional de Turismo estimó que sería de gran eficacia para la atracción de extranjeros el establecimiento de Paradores, similares al ya existente en la Sierra de Gredos, en lugares que facilitaran la visita de zonas turísticas…”


“…La Junta de Paradores y Hosterías del Reino… realizó un rápida labor hasta 1931 al situarlos en viejos edificios monumentales, castillos, conventos, palacios señoriales, que, abandonados, y medio en ruinas, terminarían por desparecer. De este modo se lograban dos fines simultáneamente: su reparación y conservación dentro de la más pura ortodoxia estilística y de respeto al monumento, y su adaptación a un uso necesario y congruente…” “… Creación asimismo del Patronato Nacional del Turismo, a través de su Junta de Paradores y Hosterías, fueron los Albergues de Carretera.”


“Observadas las grandes distancias en España entre los núcleos importantes de población, con vías carentes en absoluto de cómodos alojamientos, se pensó en la posibilidad de establecer en puntos estratégicos y en lugares calculados previamente para dividir los viajes en diversas etapas, albergues para automovilistas, en los que éstos pudieran encontrar el máximo de servicios. Con vistas a una mayor economía en la construcción, explotación y sostenimiento, se determinó, como norma básica, un tipo único, general para todos ellos, fácilmente reconocibles por los viajeros, y en las que se aunara la comodidad moderna con unas proporciones reducidas que permitieran el menor coste posible en el entretenimiento.”


“La capacidad de los mismos se estimó en tres automóviles diarios, cifra hoy insuficiente que para aquella época era normal.  A base de cuatro viajeros por automóvil, deberían contar con cuatro habitaciones de dos camas, y cuatro individuales, y dos cuartos de baño completos con instalación de duchas. La entrada al Albergue se haría por medio de una desviación en la carretera, y dispondrá de un vestíbulo, con cabina de teléfono, servicios higiénicos y recepción. A la izquierda, un salón de estar con chimenea para leña, y a continuación un comedor en forma de rotonda, con terraza al exterior y jardín (esto aún puede observarse detalladamente en nuestros días, en el entrañable y precioso por ello Parador de Puerto Lumbreras en estos momentos cerrado por la Red de Paradores). En esta terraza podían servirse comidas en el buen tiempo. Para el comedor se preveía una capacidad simultánea de treinta personas, A la derecha se extenderían las oficinas de la administración y las habitaciones particulares del administrador.”


“También en la planta baja deberían situarse los servicios de oficina, oficios, cámaras frías, almacenillo, y un comedor de mecánicos, así como jaulas para tres coches, clínica de urgencia y equipo taller de reparaciones.”


“Resueltos estos principios generales, debía acometerse el problema del emplazamiento de los albergues. Para ello se estimaba que debían representar un etapa normal de viaje -en función de la velocidad y de la carretera-; que fuera fácil el acceso desde esta; que el comedor debería quedar orientado al mediodía, y que era indispensable la existencia de agua potable en las cercanías….”


“Se convocó, en consecuencia, un concurso de anteproyectos, al cual se presentaron más de sesenta arquitectos…  se falló a favor del presentado por don Martín Domínguez, y D. Carlos Arniches (hijo del ilustre comediógrafo), a los cuales se les encargó el proyecto definitivo y su presupuesto total, que para los doce albergues ascendía a la cifra de unos dos millones y medio de pesetas.”
Cartel publicitario institucional de la época


“El 24 de octubre de 1929 se procedió al comienzo de las obras del Albergue deManzanares; el 30 del mismo mes en Quintanar de la Orden; el 17 de noviembre se iniciaron en Benicarló, y el 28 de diciembre en Almazán.”


“La Guerra (Civil Española, 1936-1939) significó…no solo un estancamiento, sino un retroceso. Varios de ellos fueron empleados como hospitales, y otros resultaron dañados… A la finalización de la guerra se retomó el antiguo plan, y se le dio un nuevo impulso, dedicándose, en primer lugar, a la restauración y reapertura de los ya existentes…”.


“Albergues de Carretera: Atienden a la corriente turística en movimiento, para estancias cortas (máximo, cuarenta y ocho horas) y turismo de tránsito. Se hallan en puntos estratégicos y ofrecen al automovilista, a cualquier hora del día o de la noche, alojamiento y restaurante, garaje y surtidor de gasolina. Tienen teléfono interurbano, calefacción, jardín propio y, en algunas ocasiones, piscina…”


(Esto escribía D. Luis Fernández Fuster en el Cuaderno nº 307 de la Colección “Temas Españoles”, en el de título “Albergues y Paradores”, editado en el año 1957 por “Publicaciones Españolas”, en la Calle Serrano, 23 de Madrid).


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(Y estos son unos breves retazos de un artículo dedicado al Parador de Manzanares, primero que escribí en la desaparecida red social “Paradores Activo”, publicado en su sección Arte y patrimonio el 26 de junio de 2010, es decir ¡53 años después de lo anterior!):



“Con motivo de asistir al acto de entrega de un premio de la Cruz Roja en Villarobledo (Albacete) a mi cónyuge, me he vuelto a hospedar en el Parador de Manzanares (Ciudad Real), que dista de Villarobledo setenta y tantos kilómetros.  Había estado en el Parador hacía  trece años, cuando su aspecto era mucho más parecido al de la preciosa maqueta del edificio, que se encuentra en lugar preferente de la Recepción, y que reproduce lo que fue El Albergue de Manzanares, inaugurado en 1932, ubicado en el kilómetro 175 de la Carretera de Madrid a Cádiz.

En aquellos tiempos las carreteras eran tortuosas, los vehículos muy distintos a los actuales, y, por tanto, los viajes epopeyas.
Maqueta del Albergue Nacional de Carretera de Manzanares en la Recepción del Parador

El objetivo de este Albergue, al igual que el resto de ellos creados en aquellas décadas por, el entonces Patronato Nacional de Turismo, era ofrecer a los viajeros, alojamiento y restauración, a cualquier hora del día o de la noche y calefacción en invierno (lo del aire acondicionado ha sido una "locura" de la modernidad). La dotación era un lujo para la época, los colchones, de muelles, pioneros en nuestro país, se importaron de Inglaterra, y tenían frigorífico y una radio pick-up americana. ¡También tenían baños completos! La habitación doble costaba 20 pesetas, 10 la individual, el almuerzo o la cena 6 pesetas, y 2,50 el desayuno.

Durante nuestra incivil guerra pasa a convertirse en Cuartel General del Ejército y Hospital de Sangre, y una vez finalizada, el albergue volvió a funcionar como tal.

En 1980 Después de catorce meses cerrado, se convirtió de entrañable Albergue a Parador, pero cuando yo me hospedé en él, en 1997, seguía conservando su aire más de Albergue, que asemejarse a cualquier otro de los Paradores que ya había conocido.

Sin embargo, mi sorpresa el otro día fue mayúscula, tras una reconfiguración impresionante, que ha originado que sin perder del todo aquel "aire" del Albergue que todavía puedo ver en un díptico de entonces, (pues una de mis más grandes aficiones es coleccionar cualquier publicación relacionada con la Red), resulte ahora un espléndido edificio de carácter manchego.

Parador de Manzanares, después de la reconfiguración del Albergue, y reformas posteriores
Lo que más me llamó la atención fue la superposición de auténticas balconadas de madera, cubiertas, donde antes había unos muy humildes balconcillos, y la introducción del característico y manchego color azul añil.

Nuestra habitación además, daba a la, también remodelada piscina, con esas enormes praderas que constituyen un auténtico oasis en la Mancha.

No dejéis de buscar fotos de antes, y, sobre todo, no esperéis mucho para visitarlo ahora.

¡Ah!, y con el nuevo acristalamiento. ya casi no se oyen los coches, inefable recuerdo de aquellas inolvidables instalaciones…”

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Pues bien, ahora, en agosto de 2013, apelo a la empatía, al entendimiento, incluso a la complicidad de quienes hayan tenido la generosidad de leer las reseñas anteriores, para que se puedan hacer cargo de lo que sentí, de cómo estaba mi ánimo, cuando estas últimas Navidades, las de 2012, volviendo de uno de mis viajes a PARADORES, que espero sean constantes hasta que mi cuerpo lo resista, y parando en mi querido “albergue” convertido en espléndido Parador, punto de referencia de mis rutas,  tenía que tragarme junto a los huevos rotos que tanto me gustan y que nos servía Carmelo en la Cafetería como desde hace tantos años, la amenaza de que el Parador fuera a ser cerrado por decisión de la nueva Dirección de Paradores… ¡No lo podía entender! Pero lo peor es que, por circunstancias personales que no deseo exponer, ¡Sí podía entender, y temer, que fuese a pasar!


No quiero profundizar ahora, cuando el tiempo, supongo que también la intervención política, el olvido de perjudiciales “quedadas” organizadas en el Parador, y sobre todo y ante todo, el denodado esfuerzo de un equipo entrañable, están ayudando a que las cosas vuelvan al lugar de donde nunca debieron moverse, en cómo me destrozó la vida en ese momento oler tanta muerte, donde se advertía claramente tanta posibilidad de vida, y en donde se habían salvado y alimentado tantas otras durante tantos años.

Apliqué en aquel viaje la disciplina férrea que me impusieron quienes construyeran un día los albergues, y que racionalizaron después mis padres, y esta vez sin tomar postre (a pesar de lo “laminero” que soy) ¡Ya me lo habían dado los políticos! me dirigí con mi querido Jesús a la maqueta de la entrada para fotografiarme junto a ella, pues tenía la ilusión, el presentimiento de que mientras acariciase la maqueta El Parador de Manzanares me seguiría acogiendo toda mi vida.


Ocho meses después, es decir este de agosto de 2013 en el que esto escribo, volviendo del Paradorde Almagro, he podido comprobar cómo la vida ha vuelto a Manzanares, y lo que es mejor, cómo va a volver mucho más… pues todavía están temblando un poco mis amigos y los muebles, desde nuestra amarga navidad.


Pude ver cómo un equipo, pequeño -en Paradores casi todos los equipos se han quedado, los han dejado, pequeños desde la amarga navidad- se movía entra la eficacia y la ilusión, siempre sonriendo, siempre tratando de agradar, de atraer, por ejemplo, sirviendo un buffet que ya es mítico en Paradores; que los manchegos también han hecho suyo, incluso hasta el punto de no estar muy dispuestos a que ese magnífico y joven Jefe de Cocina del Parador, llegado a este desde la Cocina del Parador la Granja, Raúl Escuderos Terriza, les varíe mucho la oferta ¡Ni falta que hace, pero si es un espectáculo verlo todo preparado como ya lo preparan, y la calidad que reúne, como podréis comprobar en uno de los videos que acompañan este artículo, aunque os aconsejo que lo hagáis “in situ” lo antes posible.


A ese espectáculo se suma el del “equipo Maeso” en el comedor, Almudena, Mari Gracia, Crescencia, Carmelo.… o los compañeros de la Recepción, de la acogida, María Ángeles, Antonio, Ramón,  o en los pisos, Polo. Mari Carmen… todos en definitiva aunque yo no recuerde todos los nombres, ni tenhga el placer de conocer a todos. 

Para ese entrañable y profesional Jefe de Comedor que es José Maeso, el Parador de Manzanares es su Casa y como tal la trata,  e incluso sospecho que se mueve mejor por esta Casa que le ha servido como bálsamo de otras injusticias, también muy dolorosas, que a veces la vida nos depara en nuestra casa propia ¡Si lo sabré yo, que también noté mi casa muy vacía en determinada época de mi vida!
Probablemente la vida sea como el buen buffet de Manzanares, a veces se terminan los nobles manjares, pero se reponen con la misma presteza y categoría...


Y como todos los buenos equipos deben tener quien los coordine, los aliente, y se remangue en cuanto haga falta, y ahora hace mucha, también es para mí un placer, y una garantía de calidad el de un buen director haciéndose la carretera, Almagro-Manzanares y viceversa, ayudado como saben hacerlo los gallegos listos y nobles por una de las jóvenes promesas de Paradores que, al menos a mí, más me ha ilusionado.


Hace muy pocos días, regresando de los inolvidables Paradores de Carmona y Ronda, volvimos a darnos un baño de calidad y calidez marca “familia de Paradores” en Manzanares. Pocas sensaciones más gratas para mí en mi querida Red pública que salir junto a Jesús del Parador, ya anochecido, escuchar el silencio del paraje, recordar a otras personas que en otro tiempo también compartieron con nosotros lo mejor de sus vidas, y ver cómo se va tornado de azul añil a azul noche ese color manchego de sus puertas que pintaran un día otros amigos de Paradores que también apreciamos.


Debió ser porque no me hacían falta con la luna por lo que me dejé las gafas de sol en el Parador ¿O quizá una favor del destino para volver pronto?



(Dedicado a Pedro Carreño, a Miguel Castro, a Raúl Escuderos, a José Maeso, a Carmelo, a Almudena, a Mari Gracia, a Crescencia “Paqui”, a Polo, a Mari Carmen, a María Ángeles, a Antonio, a Ramón…  a toda la familia del Parador de los que aún desconozco sus nombres, pero aprecio tan profundamente como a los demás. Y  también a todas las personas que desde 1932 se hayan alojado en Manzanares, y a todas las que lo van a seguir haciendo cuando yo ya no esté).







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