"Calla, sobrino, que algún día te dará éste que en la mano tengo alguna mala comida y cena…".
“El Lazarillo de Tormes” (Anónimo).
En los últimos tiempos he escrito bastante sobre las estrategias de Paradores para atraer personas –no me atrevería a llamarles clientes- a “mogollón” y a costa de lo que fuera, o más bien a poco costo. Pero nunca he escrito un artículo sobre mi colectivo, sobre lo que soy desde hace más de cincuenta años, yo sí: cliente. Y dentro de este colectivo de “fijos” a una “especialidad”, a un tipo de ellos al que no he pertenecido nunca, pero sí he observado mucho. He tenido cientos de ocasiones de hacerlo, y las muestras podrían ser numerosísimas, aunque tan zafias y simples que se pueden resumir bastante. A excepción de una a la que yo llamo “historiadores de Paradores”.
Me he preguntado mucho, y averiguado por qué se pueden dar en una red hostelera pública de forma tan frecuente este tipo de conductas a diferencia del resto de las cadenas hoteleras, y especialmente alguna conducta tan sofisticada y trabajosa como la de “historiador”. Y es que si bien es cierto que en todas las cadenas tratan de conseguir la satisfacción del “cliente”, incluso aunque no siempre -ni mucho menos- éste lleve razón, no padecen ni utilizan ese, en mi opinión, verticalismo histórico que permanece en Paradores desde 1928, y que es, reitero que en mi opinión, como si en un manual de prácticas, estrategias y mandatos de la empresa, empujaran al personal a confundir el servicio con la servidumbre y a veces con el servilismo. Eso no tiene nada que ver con la calidad, la amabilidad y la leyenda: cualquier cosa por evitar una mala crítica en una red social.
Esto se lo aprenden enseguida “los pillos” y lo ponen en práctica, máxime si encuentran tanta facilidad para ello.
Voy a agrupar, por no extenderme, a los que he conocido, y conozco, en tres grupos: “Los básicos más o menos”, “los palmeros”, y el sofisticado “historiadores de Paradores”. Para los dos últimos necesitan de la colaboración –no digo de la complicidad- de las categorías más destacadas de los establecimientos.
“Los básicos más o menos”
Me he quedado alucinado decenas y decenas de veces, viendo mientras desayunaba, las infinitas idas y venidas al bufet de personas que, paseo a paseo (incluso mandando a niños) iban llenado el bolso (o las bolsas “ad hoc”) de productos, preferiblemente envasados. A veces ante las miradas atónitas de camareros y camareras que no se atrevían a decirles nada, por miedo a lo que luego pudiera pasarles a ellos en la empresa.
He visto personas que hacían lo imposible por dar esquinazo a las camareras de piso, siempre desbordadas de trabajo, para en un descuido, y al acecho del carrito, expoliarles cuantas más “amenities” mejor, e incluso alguna toalla o albornoz.
He presenciado en Comedores más veces de las que podría recordar, e incluso oído, cómo planificaban “piojos en limpio” (como mi madre llama a determinadas personas que en su casa comen de lo peor y más barato, pero se disfrazan de “marqueses” para ir a Paradores y adoptan unos modales tan confusos como insoportables con el personal), la forma en que iban a protestar de “lo horrible de la comida”, “el mal servicio del camarero o camarera víctima, hacer salir al Cocinero para recriminarle, y hasta ya en el colmo, practicar lo del “pelo” que ellos mismo ponían para que el solícito director o directora de turno les “compensara el disgusto” con la gratuidad de la comida o cena, e incluso el alojamiento si estaban “más profesionalizados” en la estrategia y chillaban más alto.
En fin, han sido muchas las indigestiones ante el silencio (excepto una de estas veces, flagrante contra una camarera, en la que tuve que “sacar de dudas” al director ante “los pillos”) de cliente de verdad, respetuoso, que he tenido que guardar mientras veía a “los pillos” tratar mal a “la gran familia de Paradores”.
“Los palmeros”
Estos me son “más próximos”; pues suelen contar con tarjetas de Amigos “distinguidas” (van más veces a Paradores), y con ellas se consideran “accionistas de la Red y jefes de los trabajadores y trabajadoras”.
A diferencia de los anteriores, y aunque puedan ser tan mindundis como ellos, no se reconocen así, y cuentan con el reconocimiento, no solo institucional sino hasta facial, de la mayoría de directores y directoras de la Red. La mayoría de estos últimos y últimas profesionales, les tratan como la Casa les indica, con un determinado y establecido “tratamiento Vip” y ya está. Pero, como en todo en la vida, existen los y las que se extralimitan en búsqueda de halagos y diferenciaciones en las redes sociales, que a su vez, les diferencien a ellas o ellos de sus compañeros directores y les posicionen mejor en la Casa incluso, y esto suele ser frecuente, aunque sean peores profesionales de los suyo.
Al respecto, y por no alargarme en todo el tipo de “mejoras” relataré una historia que nos dejó perplejos a Jesús y a mí en una determinada celebración en un Parador al que invitaban a este tipo de clientes “reconocidos”. Entre ellos nosotros. No solemos ir nunca (de hecho solo lo hemos hecho en dos ocasiones en todas nuestra larga trayectoria en la Red, precisamente para no “homologarnos” a determinadas personas -nunca se debe generalizar- de tanta “distinción”). Además yo, como realmente sí quiero a esta gran familia, y escribo bastante sobre ella, y me he hecho toda la Red más de una vez, desafortunadamente soy más identificable para “los palmeros” (siempre éstos al lado del jamón en las fiestas), que, lógicamente entre ellos, nos imaginan como unos “palmeros” más (cosa que no he comprendido nunca teniendo en cuenta que ellos solo “aplauden” y piden, y mi conducta, como es obvia, aunque solo fuera por este mismo artículo, es muy distinta. Pero es que además no se reduce a este artículo.
Pues bien, en la fiesta se quedaron patidifusos cuando exhibiendo algunos verbal y bochornosamente la cantidad de cosas y detalles que percibían en tal o cual Parador, y cuáles eran “sus directores y directoras favoritos” a los y las que precisamente evaluaban por esto (¡qué horror!), vieron cómo nos quedábamos atónitos, y les respondíamos “que no, que nunca, ni lo hubiésemos aceptado…” cuando contaban maravillas de una directora que “les aplicaba tarifa de trabajadores cuando se alojaban en el parador”. No nos hacía mucha falta tal declaración para entender los halagos, las calificaciones, “el palmeo” en las redes sociales a la señora que citaban, pero nos amplíó la información. Nos inventamos una excusa, y nos fuimos a otro lugar de la fiesta más cómodo y “menos distinguido”.
“LOS HiSTORIADORES DE PARADORES”
Estos son punto y aparte. Son tan aislados y exclusivos como falsos. Pero mucho más promiscuos en su labor que los anteriores.
Y siempre, y es lo triste y vergonzante, en pos de alguna o varias prebendas, mejoras, y el “reconocimiento” necesario, y a veces genuflexión del director o directora a los que engañan. Y jamás para aportar nada de la historia de la Red que no se sepa o que beneficie a la Casa o a su “gran familia” a la que también engañan cuanto y cuando pueden.
Sus trampas son tan grandes como una catedral, como la de Salamanca por ejemplo, o cualquier otra grande. Y lo curioso es que ni tan siquiera hace falta que posean “tarjetas distinguidas”, pues aunque se proclamen “buenos clientes” no frecuentan mucho Paradores. Van poco. Por eso trabajan denodadamente para que las pocas veces que van les traten como a reyes por el mínimo dinero, pues se autoproclaman “historiadores de Paradores”.
Desgraciadamente si de algo adolece PARADORES es de HISTORIADORES DE VERDAD. Más allá del MARQUÉS LA VEGA INCLÁN, LUIS FERNÁNDEZ FUSTER, el gran JOSÉ LUIS PICARDO CASTELLÓN, si se quiere incluso MANUEL FRAGA IRIBARNE, y ya más en nuestros días MARÍA JOSÉ RODRÍGUEZ PÉREZ, nada de nada. Es una asignatura pendiente con una institución de casi un siglo de historia.
Por ello estos otros “exclusivos” que se presentan como (falsos) historiadores en los establecimientos, no solo no tienen publicación alguna al respecto, sino que su “modus operandi” es deleznable. Se acercan en principio a algún director que por su conocimiento y afecto a la Casa y el tiempo de servicios prestados en ella, es presa fácil y les cuenta con entusiasmo cosas de su historia que, lógicamente ellos no conocen.
Esa misma “cercanía” con un “cargo importante” les acerca a bastantes trabajadores y trabajadoras de distintos establecimientos, generalmente directores, directoras, jefes de recepción, jefes de cocina, jefes de comedor, camareras de planta, y en definitiva personal que se los creen y al que engañan.
Estos falsos historiadores ni tan siquiera se molestan en leer mucho a los verdaderos historiadores, porque su objetivo estratega es elaborar “cuatro líneas”, cualquier tipo de esquema o estampita con lo que han ido entresacando de “la gran familia”, y: aquí viene el verdadero trabajo: se dedican a mandar periódicamente esas pequeñas cosas copiadas; es decir, lo que antes les han contado a quienes incluso se lo han dicho, en decenas y decenas de correos electrónicos dirigidos a directoras, directores, jefes de cocina, jefes de recepción. Etc. Etc. Etc. Preferentemente del Parador en el que se van a alojar más próximamente. Pero también a los demás.
Y aún más: se aprovechan de las redes sociales, y crean –en connivencia con algún “palmero” o “palmera”- algún grupo en una red social, o las que pueden, para exponer su miseria copiada.
Estos llegan más lejos que los dos grupos anteriores. Hacen incluso salir a jefes de cocina para darles su veredicto “gourmet”, y agradecimiento ante el trato “supervip” que les ha llenado la tripa en la mesa en el Parador que corresponda (para eso antes se habían dirigido a él y/o director correspondiente “con su historia).
También les facilita contratar
habitaciones estándar y obtener otras muy distintas, y las inclinaciones de
cabeza de quienes las hagan. Sinceramente sería de no creérselo si no fuese
porque existen, y porque muchos más que uno o una saben de lo que escribo. Es decir que "QUOD NATURA NON DAT, SALMANTICA NON PRAESTAT", como dice, con gracia, un jefe de recepción amigo... mío.
Y así se escribe la historia por “pillos”. Y lo malo es que esto no difiere mucho de la historia política que pasa fuera de Paradores también:
Nos hablan de unas cifras en una pandemia, y a base de repetirlas las hacen ciertas. Nos cuentan sobre unas vacunas que no llegan, pero generan una esperanza falsa, a personas muy necesitadas y muy vulnerables, mientras en lo que en mi opinión se está produciendo en nuestro país turísticamente en “un Bolsonaro” en toda regla. Para eso prefiero a Bolsonaro que ya te avisa de la historia que te va a suceder, y no te haces ilusiones.
En fin, si logro sobrevivir de esta mala historia, aunque desde luego no soy historiador de Paradores ni de nada, a los mejor un día me propongo contar más historias como estas de la Red pública, y peores incluso, que conozco muy bien. Y no porque las haya preguntado, sino porque, desgraciadamente, las he visto yo mismo.