“Oh excelso muro, oh torres coronadas
de honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran rio, gran rey de Andalucía,
de arenas nobles, ya que no doradas!...”
(Luis de Góngora (Córdoba
1561 1627)
Córdoba desde la terraza de nuestra habitación |
Había ido varias veces a Córdoba a lo
largo de mi vida; había estado hace muchos años en la bonita boda de una amiga
que integró uno de los grupos de teatro “amateur” a los que pertenecí, que
además de buena actriz era muy organizada, y ella se encargó de decidir y reservar el hotel en el que tendría que alojarme, bonito, pero no era el
Parador porque, decía ella, entonces, que quedaba muy lejos.
Había vuelto otras veces, desde que el
AVE llegó a Córdoba, esta inolvidable ciudad-escenario por su belleza se convirtió
para los madrileños en una excursioncita larga, pero los programas que incluían, también entonces, tren+hotel no parecían reparar en el impresionante Parador de LaArruzafa. Ante mis preguntas siempre obtenía la misma respuesta, que estaba
lejos del centro, que Córdoba tenía una buena oferta hotelera y contaba con
hoteles buenos, etc. Y yo iba una y otra vez a Córdoba, y lo veía siempre ahí
en las alturas, con su moruno color, envuelto en una inmensa mancha verde y
naranja, y por la noche con un haz de luz añadido que lo hacía aún más deseable
para mí, pero nunca llegaba al Parador de Córdoba, como nunca quise acercarme solo a su
cafetería, incluso a su comedor, pues pensaba que el día que por fin atravesara
su puerta, tendría que ser para vivir en el.
Lo que no imaginaba, el destino ya se
sabe, es inescrutable y a menudo caprichoso, era que el día que vería Córdoba
desde la altura de la Red hostelera más importante de España, y la más singular
en el mundo, llegaría al hotel más
hermoso que he visto en Córdoba entre naranjos amor y amistad, para pasar en
el la última Nochebuena de mi vida hasta ahora. Y que el Parador de la Arruzafa
no estaba lejos de nada; estaba por encima de todo, y que por eso ningún otro
en esa hermosa ciudad puede mostrar lo que se muestra en el, y ofrecer lo que en
el se ofrece, lo que jamás ha podido, ni podrá ofrecer, ninguna otra Red
hostelera que no sea PARADORES.
El Parador de Córdoba es entrar de
golpe y aroma en ese mundo que adoro tanto como a la Red pública: Al-Ándalus.
El origen del Parador radica en la
finca Al Rusafa, donde la historia relata que Abderramán I, que había nacido el
año 731 en Dayr Hanina, próximo a Damasco (Siria), y que se proclamó emir de Córdoba
el año 756, en su Mezquita, tras haber conquistado la ciudad, inició la construcción del Palacio de Al
Rusafa, y ordenó traer una palmera que plantó en el jardín, dedicándole un
poema en el que comparaba la ubicación de la palmera con su propia vida, ya que
ambos eran extranjeros en esa tierra. Varios poemas más inmortalizaron esta
residencia.
Siglos después, en el mismo
emplazamiento se construyó el Convento de San Francisco de la Arruzafa (que según
algunas fuentes, el pueblo de Córdoba conocía como de San Diego). El Convento
funcionó como tal hasta la desamortización de 1836, y pasadas unas décadas fue
adquirido por Juan Rizzi para la construcción de una fonda.
Parte de la gran familia de PARADORES, los que los hacen posibles |
Ya en la década de nuestros años 40
la Sociedad Carbonell, que ya era propietaria de la finca, la vendió a las
familias Montijano-Carbonell, Fresneda-Carbonell, y al Sindicato de Iniciativas
y Turismo de Córdoba, para la construcción de un Parador Nacional de Turismo. Y
la propia familia Carbonell la vendió a la ciudad por un precio simbólico para la
construcción del Parador, refrendando posteriormente la cesión totalmente gratuita
de la propiedad de la finca a la sociedad estatal encargada de la construcción
de Paradores Nacionales de Turismo, quienes encargarían al arquitecto Manuel Sainz de Vicuña García-Prieto el diseño del Parador, que abriría, si no me equicoco, en el año 1960.
Por tanto, y dicho de paso, el edifico
en la actualidad pertenece al Patrimonio Inmueble de Andalucía, como tantos
otros pertenecen al patrimonio de otros lugares de nuestra geografía, y que, de
la misma forma, fueron cedidos con la condición de que albergasen Paradores.
Cuestión insalvable, afortunadamente, que sería muy útil y deseable que se
aprendieran nada más llegar los ministros y ministras del Ramo, así como las
presidentas y presidentes de PARADORES, para que, en lo posible, se abstuvieran de amargarnos las Navidades y la vida a los que amamos, o viven humildemente de
su trabajo en esta histórica, incomparable e irrepetible red pública hostelera, que no parece ser muy entendida por sus altas Direcciones, aunque sí muy codiciada.
Distinto es que se devanen los sesos
buscando triquiñuelas privatizadoras de gestiones, que si en algo deberían
tocar, es para mejorarlas, optimizarlas, pero no enajenarlas con trucos "colaboracionistas público-privados" (que tan nefasto resultado están dando al país en otros ámbitos) ni sacar
beneficios propios totalmente ajenos al patrimonio, y al respeto, de la ciudadanía. Esperemos, y luchemos, porque no lo consigan.
Pero volvamos a los que amamos
PARADORES y dejemos por ahora a quienes deseen destrozarlos.
Durante el ascenso al Parador de
Córdoba ya puede ser uno consciente una vez
más del peso de los mitos, los prejuicios, los tópicos que,
desafortunadamente, tanto daño pueden hacer en la vida; es uno consciente de
que el Parador ni está lejos ni no, sino que para poder contar con el paraíso inigualable
que le rodea, con ese microclima que le pertenece, con esa explosión de
naranjos vigilados por las palmeras que trajo Abderramán I, ya hemos dicho, las
primeras de Europa, y con la mejor vista sobre la ciudad de los Califas que
pueda existir, no podría estar en otro lugar que en la falda de la sierra
cordobesa. Situación que, lógicamente, debe ser tan envidiada por otras cadenas
hoteleras.
Además ¿lejos para quién? Pues supongo
que no será igual el concepto lejos para los que como yo hayan nacido en ciudades inmensas, y deban recorer a diario buena parte de su extensión, que para otras personas que hayan
nacido y vivido gran parte de su vida en localidades mucho más pequeñas.
Recepción y Salón de Entrada del Parador de Córdoba "La Arruzafa" |
Lo que sí queda claro y notorio nada
más atravesar su puerta de entrada es que estamos ante uno de esos grandes
hoteles, impresionantes, elegantes, señoriales… y en este caso arabizantes,
como podría ser el Alhambra Palace en Granada, u otros que tanto he disfrutado
por mi apego a la cultura andalusí. Grandes hoteles que han marcado una
época en nuestro país y en las grandes ciudades europeas, por los que han
discurrido una parte muy importante de su cosmopolitismo.
El “hall” y el salón de entrada del Parador de
la Arruzafa son, sencillamente, impresionantes, tanto como luego descubrimos
que lo serán numerosos rincones del Parador.
Pero además de estar en un gran hotel,
estamos, queda dicho ya, en PARADORES, y eso significa que desde que nos
acercamos al mostrador de Recepción comienza a estar uno en familia, acogido
por la mayor y más impresionante Red pública hotelera; significa que la mano de
Juan,por ejemplo, su mirada de empatía, de afecto podría decir, ya está repartiendo acogimiento,
amabilidad, calidad y leyenda, aún en las circunstancias tan zafias y
desfavorables en las que la Dirección de la Red tenía a su personal justo en tan señaladas fechas.
Hombres de PARADORES, la simbiosis que los sustentan desde siempre; trabajadores y clientes |
Me gustaría hacer un aparte en este
momento del artículo, desde luego totalmente apartado de la conducta de quienes
nos recibían y de cualquier otro miembro de cuantos Paradores he visitado en
esas condiciones, para alabar la profesional discreción, que no la falta de
valentía, para afrontar la perplejidad, en mi caso la indignación, no hacia
ellos claro está, por la trágica y deleznable situación que a trabajadores,
clientes e institución, nos estaban, y siguen, haciendo pasar la nueva
Dirección de la Red.
No era necesario tampoco, en absoluto,
ese atentado a la democracia, a la libertad de expresión del personal, como me
consta que ha sucedido y está sucediendo, por parte de la dirección de la
cadena, estableciendo normas, desde mi punto de vista represoras y más dignas de
otros regímenes, para reprimir la conducta o intervenciones de los trabajadores en la redes sociales, etc.
Eso es tanto como no conocerlos, que claro
está no conocen. Las mujeres y los hombres de Paradores tienen, en no poca parte
desde la cuna, un sentimiento de pertenencia, de amor a la Casa y su historia,
que, muy al contrario de intentar perjudicarla o difamarla, la protegen a ultranza, sin que les sea
posible no quererla. Opino que así les ha pasado lo que les han hecho, utilizando su "corazón de Paradores". Es difícil entender esta situación de “tente
mientras cobro” a la que nos están sometiendo quienes la regentan en la
actualidad. Es más, pienso que si no fuera por ese sentimiento de pertenencia,
esa implicación, por el corazón que ponen en el trabajo la inmesa mayoría de sus trabajdores y trabajadoras, a la Red en este
momento, con la dirección que tiene, le iría muchísimo peor.
Pero volvamos a la luz, volvamos al
hall del Parador de Córdoba recibidos por Juan, como lo podríamos haber estado
por Manuel, por Pilar… por cualquier buen profesional miembro de esa gran
familia.
Detalle de la habitación del Parador de Córdoba |
Una vez pasado el espectáculo del
encuentro con la habitación y con Córdoba desde ella, para el que una vez más
os pido que miréis las fotos y videos, pues cualquier cosa que yo pueda
escribir va a quedar más empalidecida que esa visita virtual que hago para
vosotros (bueno sí que deseo señalar algo que dado mis propios gustos, y que nunca
antes había visto así en la habitación de un Parador, me hizo la estancia aún
más feliz: y fue ese acogedor vestidor con puerta y dos lados, y espejo, en el que
me sentí niño otra vez. Vinieron a mi cabeza las veces que me refugiaba en algo
parecido en mi casa de origen, mucho más humilde que el Parador en todos los
sentidos, cuando me enfadaba, cuando hurtaba a mi madre el chocolate en exceso
que no quería que tomara, cuando me quería sentir solo y protegido. Tanto es
así -como sabéis no me corto mucho en contar mis sentimientos-, que le dije a Jesús
que me iba a sentar un ratito en el vestidor, cerrado, sentado en la banqueta
del cuarto de baño. Jesús, después de 19 años juntos, ante estas situaciones no pregunta solo sonríe, o ríe,
depende del caso. Y esta vez, cuando salí de mi agridulce y voluntario encierro, sentados en
la terraza, ya al aire y el olor de los jardines árabes, tuve algo más que
contarle ¡Parece imposible, después de 19 años!).
Al fondo la Mezquita |
Una vez pasado el encuentro con la
habitación decía antes, bajamos a la cafetería, al encuentro de las croquetas
y otras cosas ricas más, con una impresionante cerámica verde rodeando la barra que me dejó
anonadado; a mirar el comedor para la noche siguiente, que sería Nochebuena… y
apenas nos habíamos sentado cuando llegó a saludarnos una de esas personas que
más que ser de Paradores, son PARADORES en sí mismas desde hace muchos años, por
su forma de desempeñar la profesión, por lo que saben, por lo que callan, por lo
que valen… Estuvimos un buen rato hablando con Manuel Merino, Jefe de
Comedor de La Arruzafa, que me llevó al mismo restaurante en el que nos
recibiría con su equipo al día siguiente. Cuando “Manolo”, como le dicen sus
compañeros, y si el me lo permite, digo yo aquí, se marchó, la sensación que ya teníamos antes de que
el Parador de Córdoba era nuestra casa, fue aún mayor.
El paseo nocturno por los jardines me
llevó también a mi querida Granada sin dejar de estar en Córdoba, es gran parte de lo
que tiene la cultura Al Ándalus, que han dejado España sembrada de lo que amo ¡Una
gran suerte no cabe duda!
Si habitualmente me es imposible, es
más creo que me debe ser, comer o cenar en un Parador, ser atendido por alguien
de su plantilla, sin preguntarle cual es, si la ha habido, su ruta por la Red
(espero que eso no lo prohíban desde la cúpula…) en la noche de Nochebuena,
donde los sentimiento están más a flor de piel, en las que, en las cuatro ocasiones (Alarcón, Plasencia, Nerja y Córdoba) que he cenado en un restaurante de
Paradores, a pesar de ser los primeros en entrar al comedor y en irnos siempre
he tenido la sensación de estar arrebatando a las camareras, los camareros, al personal de cocina, el tiempo de estar con su familia, lo que me apetecería es
que se sentaran todos con nosotros. Cuando yo digo que son mi familia, no es de
pacotilla, lo digo porque lo siento, y por tanto esa noche su sitio estaría más
sentados a mi mesa que de pie sirviéndola.
Embutidos de entrada en nuestra Cena de Nochebuna 2012 |
Pero bueno, como soy cliente, y no me
pueden reprimir tanto como a ellos los de la moqueta central, no paro de requerirlos para
que me acompañen un poco más esa noche. Y así conocimos, además de a Manuel con
quien ya habíamos departido el día anterior, a las dos Margaritas, a Franceska,
a dos compañeros más de los que, desafortunadamente, no recuerdo el nombre,
pero de quienes me resulta igual de imborrable su compañía. Y sonrieron mucho, como solo
saben hacer en Paradores, y lloramos un poco por dentro (en la habitación
también por fuera yo) porque cuando uno pone cara, vida, historias,
enfermedades, etc. a quienes llevan tantos años sonriendo con la procesión por
dentro y poco sueldo por fuera, y de repente les cae un ERE, una injusticia, un
revés, y encima es Nocehebuena, y además lo ve uno desde la perspectiva de su trabajo entre quienes
promocionan los ERE y las privatizaciones "colaboradoras", solo hay dos cosas que se me ocurre hacer: luchar y llorar, me da
igual el orden, o al mismo tiempo.
No deseo profundizar más en este
asunto (sobre el escribí un artículo de título “Amarga Navidad; imperdonable año… en Paradores también”) pues no conozco mal el percal de las personas que propugnan estas adversidades, y que a pesar de ellas siguen cobrando muchos euros al mes, que no les
tocan, y que siguen viviendo muy bien y lo van a seguir haciendo pase lo que pase,
y no quería personalizar más en afectados, pues, por sus obras considero a esos
“poderosos transeúntes de moquetas” capaces de cualquier cosa, mala.
Mirando desde una de mis más queridas perspectivas |
He querido dejar pasar bastante tiempo
desde aquella noche de Nochebuena para escribir este artículo, y quizá con un
poco de cobardía, no he vuelto a interesarme por como quedó cada cual después del
“turrón” que nos han dado desde la excalle Requena. Saber si alguien pudo acogerse o
no a esas situaciones que he ido leyendo y que me han quitado el sueño noche a noche, o si no
les ha acogido nada ni nadie. Si alguien lo sabe y me lo quiere decir, ya
sabéis dónde y cómo me tenéis: Agradecido y enamorado siempre de vuestra
profesión, historia y trato.
Quede claro pues por qué el Parador de Córdoba tenía que estar donde está, y tiene que seguir siempre en el mismo
sitio, público y de PARADORES, porque es
un Parador de altura, de la mayor altura en todos los sentidos.
(Dedicado a todo el equipo del Parador de Córdoba, y a cuantos trabajadoras y
trabajadores en "Paradores" hayan sido víctimas del ERE y la mala gestión).
(El piano en “Torre Bermeja” de Ábeniz, es tocado por el
insigne pianista Esteban Sánchez )
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