LA GRAN FAMILIA

LA GRAN FAMILIA

domingo, 17 de febrero de 2013

DE LOS ALAMOS VENGO… A LOS ALAMOS VUELVO; EN EL PARADOR DE SORIA

(Reedición)


“De los álamos vengo madre,
De ver como los menea el aire…”
(Juan Vásquez (c.1510 - desp.1560)

Soria desde la habitación del Parador
Para quienes hayáis tenido la voluntad y el afecto de leer estos artículos que voy publicando en el blog, e incluso alguno de alguno de los que escribí para “Paradores Activo”, ya será bien sabida mi pasión por PARADORES. Pero no suelen alimentarse los hombres o las mujeres, de una sola pasión, yo creo que no deben, yo no lo he hecho y aún hoy no lo hago.
Un poco después, o casi al mismo tiempo, que se despertara en mí, de niño, la pasión por ese conjunto de Casas preciosas que componen la Red pública de Paradores, en la forma que contaba en “Mi primera vez”, nació otra que también ha llenado mis días hasta el mismo en que escribo esto.
Fue una tarde, al volver del colegio cuando en la radio que mis padres tenían en su humilde comedor madrileño, sobre una nevera de aquellas a las que había que ponerles hielo todos los días, escuché una voz cantando algo que me dejó parado, atónito, prendido. A mí, hasta ese momento el canto no me había interesado. Pero en esa voz oí todo lo que ya amaba de mi tierra cuando aún no lo sabía; oí una alegría de vivir que era la que yo quería tener toda mi vida, oí muchas cosas. Hoy sé que, inconcebiblemente, oí en aquella la voz, mi voz propia. Cantaba algo que mucho después sabría que era La Canción de Paloma de El “Barberillo de Lavapiés” de Barbieri.

Pasaron años sin que volviese a saber nada de la voz, pero sin que la olvidara nunca. Un día, ya con algo más de madurez, volví a escucharla, y ya jamás dejé de seguirla. Supe entonces que pertenecía a una importantísima cantante madrileña que no cantaba en Madrid. Supe que existían personas de nuestra tierra que viajaban a otros países sólo para escucharla y para ver como ponía de pie a los públicos más exigentes de los teatros más importantes del mundo. Supe que la cantante se llamaba TeresaBerganza. Y que era un lujo que la España de aquella época no sabía digerir.
Sabía también que seguir a Teresa Berganza por el mundo, era otro lujo que no me podía permitir yo. Y por ello siempre he sabido, igualmente, que me he perdido lo mejor de la carrera de quien para mí y para muchos otros es la mejor mezzosoprano del mundo.
Generé entonces unas antenas naturales, que hacían que me enterase de cualquier intervención artística que Teresa tuviera en España con el tiempo suficiente para conseguir lo que fuera necesario para poder estar escuchándola donde fuera. Y después, acercarme a sus camerinos sólo para verla desde lejos.
Impresionante el Restaurante Comedor del Parador de Soria
No recuerdo cómo, un día, me hice con su dirección de Apartado de Correos, y así, después de cada actuación le enviaba cartas
Le escribía cosas insólitas. Recuerdo que una vez, como no se me ocurría cosa mejor para decirle que para mí era la reina, hice un recortable con una foto del Palacio Real de Madrid, y la puse a ella pegada, asomada a una  de sus ventanas; le escribí la carta por detrás, y se la mandé. ¡Cuando uno es muy joven se atreve a todo!
Según me iba haciendo mayor, me acercaba un poco más a ella en los camerinos de todo el país. Hasta que una noche, en una de mis excursiones "berganzistas", los ojos de dios, la voz de la radio de mi infancia, viéndome prácticamente sepultado por una turbamulta de fans, me llamó y, como no conocía mi nombre, me llamó “petit blonde”, pues yo antes era casi tan pequeño como ahora, tenía mucho pelo, y era muy rubio.
En aquellos minutos de gloria, que se repitieron recital tras recital, balbuceante y tartamudo quería explicarle lo que su arte significaba para mí; todos los discos que tenía de su voz; que era capaz de lo que fuera por uno nuevo; etc. Hasta que me di cuenta de que lo mejor era que hablase ella. Y así me fui enterando del por qué de aquel estremecimiento al oírla cantar por primera vez en la radio hacía ya muchos años. Encontramos similitudes en nuestro perfil, como se dice ahora, y nació entre los dos una amistad noble y leal que atesoro hoy entre mis bienes más preciados.
No ha existido persona a mi alrededor a la que en un momento u otro de su vida, no le haya regalado una grabación de Teresa Berganza. Así como otros llevan pasteles a las casas cuando les invitan a comer, yo llevo discos de Teresa. La mañana de 1995 que viajé a Tudela para conocer a quien hoy es mi cónyuge, lo primero que metí en la maleta fue el maravilloso disco de arias de Haydn que Teresa grabó en 1983, para, independientemente de que me gustase o no la persona que iba a conocer, colocarle el disco. Ahora, además de la pasión por Paradores, Jesús comparte conmigo toda la discografía y la amistad y el afecto de Teresa.  
Necesitaría horas para poder reflejar la Pasión que Teresa Berganza y su voz, han supuesto, suponen, en mi vida, cómo he llegado a cantar yo mismo en función de aquella voz de “El Barberillo…”, etc. pero debo llegar a Soria.
El jueves 26 de septiembre de 1996 era un día importantísimo para Teresa y para mí. Ella cantaba a las 20,30 en el Palacio de la Audiencia, dentro del “Otoño Musical Soriano”. Peso ya lo había hecho antes, y alojarse en el Parador también, claro. Lo excepcional es que ese día presentaba al público, cantaba a dúo con ella, a su hija, y también del insigne pianista recientemente fallecido Félix Lavilla, Cecilia Lavilla Berganza, y se sentía Teresa muy responsable como artista y como madre.


Para mí era importante el día por lo mismo, y porque desde Tudela llegaba a Soria, para reunirse conmigo, que iba desde Madrid, quien hoy es mi cónyuge e iba a ver por primera vez a Teresa Berganza en carne y hueso. Así pues yo iba a Soria para ver a Teresa, para que Teresa viese a Jesús (su mirada sobre el me inquietaba, pues su instinto suele ser infalible), para ver a Cecilia por primera vez en el escenario… ¡Y para conocer el Parador de los álamos de Machado!
El recital fue espléndido, el éxito grande, Teresa traslucía su aprobación por su hija... y por Jesús, conocí a una parte de la familia Lavilla que hasta entonces no había visto, fue,  en general, un día pleno, de esos que no se olvidan jamás, y al volver al Parador me fallaban las fuerzas de emoción y de cansancio, y la noche todavía se alargaría más, felizmente.
Cuando salí al balcón-corredor intuía más que ver los álamos de la orilla del Duero, los álamos que hasta entonces eran para mi más de Teresa que de Machado, pues me era imposible oír la palabra álamo sin que me viniese a la mente la canción con música de Rodrigo “De los álamos vengo” en la voz irrepetible de Teresa Berganza. Pero esa noche se añadió a la canción un sonido de viento sereno allá abajo y un aroma que ya nunca he olvidado.
A la mañana siguiente teníamos que salir para Madrid muy pronto. El cuarto de baño no tenía ventana y me llevé la ropa al corredor para ver los álamos y el río mientras me vestía y pensaba en volver ¡ya!, en un par de semanas, lo antes posible, para poder disfrutar de ese inmenso espectáculo desde el altozano que alberga el también irrepetible Paradorde Soria… Sin embargo he tardado 16 años en hacerlo.
La premura de aquella primera vez soriana y las remodelaciones en la arquitectura y la decoración del Parador, hacían que el pasado mes de diciembre, cuando volví, me pareciese por vez primera. Fuimos recibidos con la cordialidad, el afecto diría mejor, que es indisociable de PARADORES, y constante de en mi ruta. Había pedido que, si era posible, la habitación tuviese la vista que recordaba de 16 años antes… ¡Pero cuando entramos en ella se produjo el shock; una cosa son las vistas y otra sin dejar de serlo, era lo que veía, bueno mejor dicho, lo que no abarcaba a ver ¡era como si estuvieran expuestos para mí todos los álamos y el Duero que no pude disfrutar serenamente la otra vez!
La espaciosa habitación hacía esquina, en su pared izquierda había un mirador-salita espléndido, como para quedarse a vivir en el una vida, desde el que se veía Soria, San Juan de Duero, San Pedro… Todo el frontal de la habitación era una inmensa cristalera desde el techo al suelo llena de naturaleza, Soria, de álamos, de Duero, de luz, de Machado. Me vino a la cabeza una de las seis canciones castellanas de Guridi “Mañanita de San Juan”, no sé bien por qué, quizá porque la de los álamos no duraba tanto como lo que se tardaba en dominar la espectacular panorámica soriana.
A Jesús le gusta mucho descubrir pronto como son los cuartos de baño de nuestras habitaciones en Paradores; me dijo “esta vez no vas a tener que salir del baño para vestirte…”. Solo lo entendí cuando entré en el, esta vez no es que el cuarto de baño tuviera ventana, es que todo el era una ventana a Soria. Una de sus paredes, entera, estaba abierta a los álamos y al rio.
Soria, el Duero, los álamos... desde la habitación del Paardor
Y el eterno dilema, dejar la habitación para ver todas esas otras cosas que tanto amo, y que tampoco quiero perderme, para ver el resto del Parador, el Valle del Duero desde abajo…
Todo fue material glorioso para el recuerdo, que iré tratando de compartir en más ocasiones, Soria, el Valle, los álamos, los inolvidables desayunos de Paradores mirando hacia ellos, el espléndido y apropiadísimo Menú Micológico del Parador, el sinfín de detalles y atenciones de la gran familia de trabajadores en cualquier lugar del mismo, en la recepción, en el comedor, en la planta, dentro, fuera…
Parece imposible que una plantilla en un lugar como este, con el Duero y los álamos como protagonistas, con Machado flotando sobre cualquier estancia del Parador, con la voz de Teresa Berganza como banda sonora interior que yo aportaba, pueda estar a la altura de las circunstancias, pero lo están, y no pocas veces las mejoran, incluso en momentos tan desfavorables como los que estábamos viviendo por aquellas fechas, porque son la gran familia de Paradores cuidando a su empresa, a su Casa, la de sus mayores, la de toda la vida, dispensando como pueden amabilidad y calidad, luchando por conservar la leyenda. Y todos ellos en ese momento estaban representados por Llanos, Sabrina, Jesús, José Alberto, Juan y otras personas más de las que, desafortunadamente, no se sus nombres, y todos entonaban y respetaban cuanto se veía dentro y fuera del espléndido Parador de Soria “Antonio Machado”.
"Boquerones crujientes, raff, albahaca y angulas de monte"
Cada vez que entraba en la habitación o en el restaurante comedor pensaba, y decía, lo mismo: que quien no haya vivido le Parador de Soria no conoce en su plenitud lo que supone el concepto de Paradores. Y me decía Jesús que eso mismo había dicho en otros muchos. Y es que es así, quizá sea ese el verdadero concepto Paradores, que cada uno aporta algo distinto, impresionante, irrepetible, imborrable, y que la plenitud no llegue hasta que no quede ni uno por vivir. Quizá por eso me desviva tanto cuando siento, leo, escucho, amenaza de cierres, enajenaciones o privatizaciones de la gestión ¡Eso sí es el anti concepto de Paradores!
Cuando llegó la amarga hora de las despedidas pensé que esta vez ya no me podía permitir dieciséis años para volver, por varios motivos severos, pero sobre todo porque en esta ocasión había vivido el Parador, había conocido y tratado a su gente, había percibido sus inquietudes, sus preocupaciones, desvelos, y me dejaba ahí mucho más que la primera vez.
¡Menos mal que a diferencia de 1996 existen hoy  las redes sociales enEspaña, y podemos seguir en contacto, como lo estoy en este mismo momento, hasta que vuelva a ver los álamos y a oír a Teresa Berganza en el Parador de Soria.

“Mañanita de San Juan,
levántate tempranito
y en la ventana verás
de hierbabuena un poquito…”

(A Teresa, a la gran familia del Parador de Soria, a Cecilia y a Jesús  con cariño a todos)

(El piano en “Mañanita de San Juan” es tocado por el insigne músico  Felix Lavilla)
(El video “De los álamos vengo” no es de buena calidad técnica, pero al no existir otro y dada su categoría histórica y artística, lo incluyo)


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