LA GRAN FAMILIA

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sábado, 26 de enero de 2013

PARADOR MUSEO DE CARDONA, UN ESPECTÁCULO BIEN DIRIGIDO… Y LA DIFÍCL FOTOGRAFÍA



Mis viajes a Paradores son en gran medida como un ritual, una sucesión de actos felices que contribuyen de forma determinante a que mis alojamientos en la Red pública de Paradores de Turismo de España hayan venido siendo, con mucho, una de las fuentes principales de felicidad en mi vida.
Ya en la puerta de un Parador, indefectiblemente, lo primero es hacer una fotografía a mi cónyuge, o pedirle que me la haga a mí para revisar el momento cuando no pueda acercarme a ellos por el motivo que sea.
En el Parador Museo de Cardona la foto tuvo que ser de salida, y con dificultad, pues a la llegada fue imposible. Imposible porque no me gusta que salga nadie detrás, y la puerta del Parador era un continuo tránsito de huéspedes con bolsas y maletas que llegaban o marchaban, entre ellos por cierto, muchos viajeros japoneses.
Cuando hubo un pequeño intervalo en blanco vimos salir apresurado a un joven recepcionista, y era precisamente a por nuestros equipajes, nos había divisado desde el precioso ventanal de la recepción, no era cosa de decirle a persona tan amable que esperara a que hiciésemos la foto, pero después de nuestra estancia y de haberle conocido más antes, hubiera hecho bien en pedírselo y que hubiese quedado el conmigo en ella, el recuerdo sería aún mucho mejor hoy, pues representaría la esencia del ambiente profesional, humano y humanista del Parador de Cardona (Barcelona), que en ese momento todavía no conocíamos.
Cardona, y arriba, su Parador
Los Paradores son como casas, con familias, casas preciosas con familias importantes, y como en cualquier casa lo primero que noto al entrar en ellas es cómo se lleva la familia, que tipo de estructura predomina, si hay tensión, si no la hay, si hay alegría… También, claro está, si la entrada de la casa está bien cuidada o no tanto.
En el Parador Museo de Cardona rebosaba desde la entrada la sensación de equipo, de grupo, de entendimiento, y eso que los días de este mismo mes de enero en que estuvimos, por lo tristes y desgraciados motivos que conocemos que están dañando tan gravemente a Paradores, no eran el mejor momento para la alegría y el optimismo. Pero a continuación de la atención del recpecionista amable, llegó la del director del Castillo, una de esas personas, muy deseables para la vida, que basta con el estrecharse de manos, con las miradas francas, para entender que está uno ante un ser excepcional en el que no tiene cabida fingimiento alguno, y que justifica rápidamente el ambiente que se percibe en sus dominios. Jaime Sebastián es su nombre. No me gusta haberme hecho tan mayor, pero debo reconocer que la rápida catalogación del elemento humano con muy poco margen de error ya, es una característica que he consolidado a base de años.
Precisamente por ellos, por los muchos que hace que trabajo, y por mi propio origen, reconocer, valorar y agradecer a los trabajadores es la bandera de mi pabellón, y nunca dejaré fuera del ni marginaré a ningún trabajador simplemente por el hecho de que su estatus profesional sea superior al de la mayoría que le rodee, le exigiré más si cabe, y desde luego cuando veo que algún trabajador desde una posición, digamos privilegiada económicamente, se dedica a respetar y hacer más fácil, eficaz, eficiente y humanizada la vida de los que le rodean, ya me tiene de amigo si así lo desea.


Desde fuera, y ya desde abajo, antes de llegar, el Parador de Cardona es un espectáculo impresionante, imponente, que por sí mismo, y aunque sólo existiera ese Castillo en Paradores, ya describiría perfectamente lo que representa para la hostelería mundial esta histórica Red hostelera española. Si una persona, de España o del extranjero, entra en el comedor del Parador de Cardona, ya no hace falta más, ya sabe lo qué es Paradores, ya se queda subyugado por eso que desde 1928 no ha tenido parangón en el mundo, ni lo tendrá jamás.
Tenía muchísimas ganas de ir al Parador de Cardona. Una amiga Catalana a la que también le gusta Paradores, no paraba de decirme ¡tenéis que conocer el Parador de Cardona! Cuando reserves pide a ver si pueden darte ventana orientada al Pre-Pirineo… Os va a encantar!
¡Y vaya si nos encantó!
El parador de Cardona es, sin duda, uno de los más hermosos de la Red. Ubicado en un edificio histórico, un Castillo medieval que se remonta hasta el siglo XI en la torre Minyona, el establecimiento domina la población barcelonesa desde su atalaya, como guardián celoso de las minas de sal que desde antiguo han dado riqueza y valor a esas tierras.
Un cómodo paseo cuesta abajo lleva desde sus muros medievales, atravesando distintas murallas defensivas de diferentes tiempos y hechuras, hasta el centro de la población, en la que destaca su casco antiguo lleno de callejuelas estrechas y casas solariegas, no en vano ya fue declarado conjunto histórico artístico: enfrente del Ayuntamiento merecen una visita detenida los pórticos del mercado, el centro dedicado a la Cardona Medieval y la nave gótica del templo parroquial de San Miguel. En la misma plaza del Ayuntamiento se puede disfrutar de una de las mejores vistas del Parador, que sin duda impresiona ahora tanto como en la antigüedad daba noticia del inmenso poder de los Duques de Cardona, que llegaron a ser conocidos por su influencia como “los reyes sin corona”.
Una visita imprescindible es el Parque Cultural de la Montaña de Sal: construido sobre las antiguas minas, permite pasear por los afloramientos salinos contemplando vetas de diferentes colores, estalactitas y estalagmitas, y la antigua maquinaria del pozo de extracción.
De vuelta al Parador, con los testigos mudos de las cimas del Pre-Pirineo acompañando durante el camino, puede parecer que el tiempo se ha detenido; cuando se llega al Castillo, del que se dice con orgullo que nunca fue rendido por medio de las armas, espera en su interior, entre otras maravillas, la Colegiata de San Vicenç, de estilo lombardo catalán. Y también unas habitaciones espléndidas, orientadas hacia distintos lugares, una preciosa cafetería de la que no me hubiese levantado jamás dentro y fuera del Parador, una gastronomía espléndida en un comedor irrepetible… y tantas cosas más que no caben ni en este artículo, ni en los videos e imágenes que le acompañan aunque los describen mucho mejor que mis palabras. Para conocer el Parador Museo de Cardona solo cabe una actitud acertada: ir a vivir en el unos días.
Restaurante Comedor del Parador de Cardona (Barcelona)
Y ese debe haber sido el empeño de Adelaida (ya sabréis de ella cuando vayáis), que hace mucho tiempo, al parecer, decidió quedarse para siempre en la habitación 712. Una habitación que con mucha suerte, y previa petición de reserva, podréis compartir con ella (¡No os preocupéis, no ocupa espacio!) pues hay lista de espera de personas de distintas partes del mundo que sueñan con alojarse en la deseada habitación. Nos contaba Jaime Sebastián el contento de la plantilla del Parador por haber podido conseguir recientemente la felicidad de un niño ruso que tenía como una de sus máximas ilusiones habitar, junto a Adelaida, la 712.
Y disfrutando de ese conjunto de profesionalidad, afabilidad y amor por la Casa que destilaba el director del Parador, un catalán que lo lleva dirigiendo desde hace nueve años nada menos, después de haber ejercido su profesión en el Parador de Aiguablava otro tanto, tuvimos el placer de que fuese nuestro guía en la visita a la  Iglesia de San Vicenç, y allí dentro escucharle como el que habla de su propia casa, de su propia vida, muchas cosas interesantes, cultas, amenas. 

Entre ellas una que me sorprendió muy gratamente: melómano como soy, y practicante del canto, nunca había sabido que los discos que tengo de un catalán internacional: Jordi Savall, y de su tristemente desparecida esposa: la soprano Montserrat Figueras, habían sido (y siguen siendo) grabados en su mayoría dentro de la Colegiata por su impagable acústica, y supongo que también por el espíritu que la misma irradia. También se celebran bodas preciosas en ella y otro tipo de eventos.
Una de las cosas por las que tenía inquietud en conocer el Parador Museo de Cardona, era por el cosmopolitismo y la modernidad que de el trascienden. Además de las magníficas celebraciones matrimoniales, hemos ido viendo unos preciosos espectáculos teatrales gastronómicos con el nombre de cenas medievales, cenas exotéricas, otros como las noches de las hadas etc. Y es que es muy de agradecer que la tradición y la calidad de Paradores se hagan acompañar de incentivos, de cultura, de modernidad que, como en este caso, eleven aún más la calidad, la amabilidad y la leyenda de nuestra querida Red, y eso los catalanes saben hacerlo muy bien.
Otra de las cosas que me sorprendieron enormemente fue la preciosa, profusa  y singular decoración navideña del Parador, y no porque Paradores no se haya caracterizado por no decorar sus establecimientos en esas fechas, sino porque este año oscuro, triste, de tantos tratos malos a sus trabajadores, de órdenes de la Dirección de la Red para que no se celebraran Cenas de Nochevieja, de Reyes…, esa falta de motivación, de alegría, se reflejaba de manera significativa en los trabajadores y trabajadoras y en el adorno de los Paradores. Para adornar hay que tener ilusión o mucha disciplina, y solo con lo segundo es muy difícil hacerlo, suele quedar poco lucido.
Pero en el Parador Museo de Cardona ese motor con apellido Sebastián y alguna compañía más, (elijo no poner los nombres de los trabajadores en el artículo, pues cuando este vea la luz todavía se estarán barajando nombres de los trabajadores de Paradores que se van a ver afectados por el ERE que tantas sorpresas, malas, está causando, y no tengo claro que la Dirección de Paradores persiga para la marca lo mismo que yo, ni premie a su elemento humano más colaborador), a modo de duendes del bien y la luz, habían vestido el Castillo de Navidad, de esperanza y de optimismo. Las imágenes que acompañan el artículo son solo un pálido reflejo de lo que fue la luz de mi Navidad.
Me fui con mucha tristeza del Parador de Cardona, pues al ir a efectuar una reserva para que unos amigos disfrutaran pronto de lo que yo ya echaba de menos, había llegado con inmediatez una orden, ante el asombro general, de que el Parador Museo permanecería cerrado 40 días desde el día 21 de enero, y de que tenían que anular las numerosas reservas, y los eventos, que tenían contratados. Hay que tener en cuenta que el Parador de Cardona es a Barcelona lo que el de Alcalá de Henares puede ser a Madrid, por ejemplo, y que junto a la calidad de su plantilla y dirección, hace que tenga una ocupación muy alta, como bien nos consta a los clientes por la escasez de ofertas que en el se producen. Además de la gran cantidad de público extranjero, muchos japoneses, que se alojan en el Parador Museo donde vive hasta un fantasma. No lo podía comprender… o lo comprendía demasiado, y eso, junto a la partida, me ponía muy triste. Me parecía que la Dirección de Paradores va a conseguir, paradójicamente, que huyan de ellos hasta los fantasmas... ¡aunque no sé si todos!
¡Que pase el siguiente!
Pero si tan pocas personas habían sido capaces de decorar todo ese Parador y llenarlo de luz y alegría para nosotros esa Navidad de Paradores tan oscura, no iba a sucumbir yo a la tristeza, así que decidí en ese momento que si mis amigos Amigos de Paradores, querían, nuestra cuarta reunión en Paradores (la primera fue en Alcalá de Henares, la segunda en Lerma, y la tercera en Zafra) sería en ese maravilloso Castillo, y así podríamos volver a disfrutar de su gran familia, y a estrechar la mano de una de las personas más cálidas que hemos conocido en nuestra larga ruta: Jaume Sebastián.
A la salida del Parador para viajar a Tortosa, decidí hacer la foto que no pudo ser a la entrada, pero seguía siendo inviable, no paraban de salir y entrar huéspedes por su puerta. Una japonesa amable, como casi todas, y empática, agrupó y alejó a sus acompañantes durante unos minutos, y por fin se produjo la difícil fotografía.

Si como dice el famoso tango, 20 años no es nada, imaginaros para una persona como yo, que ama Paradores desde toda su vida, lo que pueden ser 40 días, nadísima.

¡Con el inicio de marzo el Castillo estará abierto, ocupadlo, Sebastián y su equipo os harán la vida feliz!

(Dedicado con afecto a Jaime Sebastián y a su equipo de hosteleros hospitalarios )
   


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