“Fue tal mi emoción que no se me
ocurrió otra cosa que darle casi un mitin sobre lo que él ya sabía y padece de
sobra, pero es que si no lo que le hubiese dado es el abrazo que me apetecía
para decirle, para decirles, lo que también sabían ellos…”
Suelo reservar mis alojamientos en
PARADORES con la mayor antelación que puedo. A veces con mucha anticipación. Así
he tratado siempre de que tanto la Red pública como yo nos beneficiásemos de
ello.
Por eso, antes de saber el calendario
de huelgas convocadas entre el personal de PARADORES para intentar defenderse
de lo que ya preveían y han acertado, tenía efectuadas reservas para alojarme
en dos Paradores el puente del Pilar y el de la Constitución antes de que esta
política económica a la deriva de nuestro gobierno, y estos recortes salvajes
en todo, me impidan también poder asistir a refugiarme donde más me ha gustado hacerlo
casi toda mi vida: en PARADORES (¡Que aviesos me parecen estos chicos y chicas
de la política! Resulta que quieren salvar PARADORES, pero para ello echan a
los ciudadanos usuarios de sus trabajos. A los que todavía no, les congelan el
sueldo, les quitan las pagas, les quitan los días de vacaciones, les quitan las
ganas de vivir, les suben el IVA, etc. y luego dicen que desciende la demanda..
¡Si no fuera porque es de llorar, me daría risa ¡Pero no, no me río!).
Aunque lo hago desde hace poco tiempo,
compartir en algunas redes sociales mi pasión por PARADORES, y mi indignación
vital por lo injusto, lo torcido, lo hipócrita, lo farisaico, ha ocasionado que
en algún establecimiento, alguna vez, alguien me haya identificado. Y como las
jerarquías -no me refiero en los establecimientos claro está- por muchas
puertas que pongan al campo, poco pueden hacer frente a unos ojos que se miran,
he podido ir percibiendo mi verdad sobre el asunto. Es posible que esté
equivocado, pero, desafortunadamente, ya no yerro mucho, me gustaba más
hacerlo, porque eso pasaba cuando era más joven.
En ninguna de las dos ocasiones anulé
mis reservas, como no lo haría si la tuviera para el día 31 de diciembre y 1 de
enero, aunque me tuviese que llevar los polvorones de casa, o mejor, no tomar
polvorones, que hay muchos seres humanos que esos días no toman ni un sopicaldo
y siguen luchando por sobrevivir (las uvas no me las llevaría desde luego, por
mi este año se las pueden tomar Don Mariano Rajoy, Doña Soraya Sáenz de
Santamaría, Doña María Dolores de Cospedal, Doña Ángela Alarcó, etc. juntos o
por separado, como mejor prefieran, y en su caso, claro está, con lógica y
coherencia, porque han tenido mucha suerte este año, les ha ido muy bien y así
a lo mejor siguen la racha. Pero yo no las voy a tomar, lo cual no quiere decir
que no vaya a ir a Paradores si puedo).
Y no he anulado mis reservas porque opino
que una huelga sin clientes a los que desatender no desarrolla su cometido
esencial de reivindicación, y porque presuponía que la Dirección de Paradores
iba a echar las cifras de lo supuestamente no ingresado, contra sus
trabajadores -¡Qué paradoja, resulta que se quejan de que no tienen clientes,
pero cuando hay huelga tienen unas
pérdidas millonarias de lo que han dejado de ingresar! ¿En qué quedamos, vamos
o no vamos a PARADORES?- y no quería que mis euros formasen parte de esa, voy a
llamarle estrategia. De una forma u otra, nunca emplearé conscientemente un
euro mío que piense que se puede volver contra un trabajador o una trabajadora.
Esa asistencia en todo tiempo, me ha
posibilitado conocer, y comprender las posturas de dentro y de fuera del
Parador (casos raros aparte; en todas las plantillas del mundo existen los
mismos estereotipos del servil, la pelotilla, el trepa, etc. En todas las
familias hay de todo, y no hay ningún motivo para que en PARADORES tenga que ser
de otra manera) que, en definitiva van en pos de lo mismo con distintas
habilidades: Salvar la empresa, y conservar sus trabajos y los de sus
compañeros en ella.
Una parte opta por agobiar a los
directivos de la moqueta y el supersueldo privándoles de sus servicios, otra considera
que a las directivas de tentemientrascobro la falta de ingresos de la Casa les
importa un pito, y con sus servicios intenta facilitar de alguna forma desde
dentro que los de fuera puedan seguir reivindicando.
Y desde luego, fuera y dentro están
absolutamente de acuerdo en lo mismo, en que lo que les/nos están haciendo es
una sinvergonzada de tomo y lomo, y que les quieren malvender la Casa que ellos
y otras cuatro generaciones han sacado adelante. Estoy completamente convencido
de que se podían turnar, los de dentro podrían relevar (excepciones hechas) a
los de fuera, y viceversa.
El otro día, cuando en el Puente de la
Constitución abandonaba con mucha pena, el Parador en el que, evidentemente, no
había podido ser tan feliz como otras veces, y no, ni mucho menos porque me
faltaran los cuidados y el buen trato, sino porque la tristeza, la zozobra, la
indignación… se refleja en la cara de todo el personal de PARADORES,
independientemente de si están fuera o dentro, me sucedió una de las cosas más
emocionantes que me ha ocurrido en mi ruta vital al lado de esta querida
familia:
Todavía no me habían terminado de
despedir, casi en la puerta, dentro, un director de esos que por su trayectoria
y conducta yo pienso que tendrían que ser presidentes de lo que entienden, en
lugar del político o la amiga de turno, una trabajadora vestida de paisana y otra
desde el mostrador de recepción, cuando, ya fuera, se aproximó un hombre joven
que formaba parte de un grupo que escoltaba una pancarta contra el ERE de
Paradores y pidiendo lo que hace tanto niegan: un convenio colectivo, y me dio
las gracias por la insignificancia que supone que, desde la humildad de mi perfil
en Facebook o en Twitter muestre mi amor por la Casa, por la familia de
trabajadores a la que pertenecen, y exponga mi indignación por lo que les/nos
están haciendo.
Fue tal mi emoción que no se me
ocurrió otra cosa que darle casi un mitin de lo que él ya conoce y padece de
sobra, pero es que si no lo que le hubiese dado es el abrazo que me apetecía
para decirle, para decirles, lo que también sabían ellos: ¡Soy de los vuestros, un
trabajador como vosotros, que lleva 45 años trabajando y cotizando, y que un
día, de niño, se quedó turulato frente a una armadura en Ávila, y desde
entonces ha tenido la inmensa suerte de poder ser atendido, mimado, por
vosotros y por vuestros padres y abuelos!
Les pedí hacerme una foto junto a
ellos porque quería tener el honor de ponerla en este artículo. Y mientras nos
la hacía mi pareja, en ese breve instante que tarda en dispararse el objetivo,
pero que se me hace una eternidad casi siempre, pensaba en cuanto puede llegar
a esconder un uniforme, y en cómo el
frío refleja pronto la verdad. Pensaba en esos inmensos sayales verdinegros -tipo
“sergiarola” que les han puesto a mis camareros y camareras de cabecera, que
jamás propician pensar que tapan cientos y cientos de sueldos que no llegan a
los 800 euros. Y qué claro quedaba en la cara de frio, en sus gorros de lana,
en su mirada de agradecimiento, en la cálida mano tendida de mis amigos de
fuera ese día, la necesidad de luchar porque esos ochocientos euros no sean aún
menos, o desparezcan.
Siempre he sido un niño de mucha
imaginación, de mucha fantasía, ahora cuerda, y nunca seré yo el que vaya en
contra de ninguna reivindicación, muy al contrario, las hago muy
frecuentemente, pero no me puedo quitar de la cabeza la opinión de que a esta
Dirección de Paradores de ahora le viene muy bien todo para los que yo
considero que son sus objetivos.
Que le viene bien el agujero del
ladrillazo de lujo, y la buena vida institucional del equipo anterior; que le
vienen bien los que tratan de salvar la casa desde dentro, y los que para
salvarla pasan frío fuera, y ya he tenido dos veces el mismo sueño que voy a confiaros
como lo que es, un sueño, un imposible. Sobre todo porque se necesitaría la
unidad total de todos los miembros de la plantilla, los de fuera y los de
dentro para estar dentro y fuera juntos. Aquella unión que hacía la fuerza que me
enseñaron mis padres de niño.
En mi sueño se produce una huelga
secreta, sin avisar, que se la pasan unos a otras por mensajes, boca a boca…
sin comunicados oficiales ¡nada! Como aquella noche de 2004 cuando el gobierno
dio un vuelco en muy pocas horas. Y que hace en el sueño que un día no haya ni una
sola alma en un Parador y que una muchedumbre de paisano, silenciosa, sin más,
pues cuando hay unión y cantidad el eco sordo del silencio impone más que los
pitos, ocupa la calle Requena de Madrid y llega hasta la Plaza de Ramales,
Arenal… hasta la Puerta del Sol donde está el reloj de las uvas.
En mi sueño, al día siguiente es
nochevieja y por el mismo método y la misma sorpresa que antes consiguió la
unidad fuera, todos los trabajadores y trabajadoras de Paradores irrumpen los
comedores, dentro, uniformados, con sus familias, padres, madres, hijos, y
viene cargados de viandas, humildes nada de lujo, y de turrones y de
peladillas, y de mazapán ¡y uvas! Y los clientes, y los Amigos ya lo sabíamos
también ¡éramos cómplices¡ y habíamos reservado, y no habíamos hecho caso a la
publicidad de los Servicios centrales de la Casa, y estábamos ahí, esperándoles
para celebrar juntos la victoria. Porque en mi sueño no me cabe duda alguna de
que ese día ganamos los trabajadores y los clientes, los de fuera y los de
dentro, y dejamos sin cenar a esos pocos, muy pocas que conocemos casi todos, y
que sabemos que no están ni fuera ni dentro.
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